A menudo, cuando queremos referirnos a algún compañero de la empresa, solemos reducirlo a un nombre y una ocupación: Manuelita de Operaciones, Fulanito de Recursos Humanos, Menganito del Departamento Comercial… Pero lo cierto es que las personas estamos modeladas por muchos otros conceptos intangibles que van más allá de la actividad que desempeñamos: somos todas y cada una de las vivencias que componen nuestra historia, aquellos talentos de los que no gusta presumir, aquellos complejos y miedos que estamos trabajando en pulir, aquellas cosas que hacemos por puro disfrute y, sobre todo, aquello que hacemos por ayudar a los demás.
Uno de los propósitos actuales de la Newsletter interna de Alquiber es motivaros a que conozcáis alguna de las facetas más curiosas y atractivas de nuestros compañeros. Por ello, hemos decidido dedicar este artículo a nuestro compañero Alberto García del Departamento de Operaciones y a su burrito, Carmelo.

La historia de Alberto y Carmelo comenzó en Burrolandia, una protectora animal sin ánimo de lucro cuyo principal propósito es luchar contra la extinción del burro, garantizando el bienestar y la supervivencia de estos animales dentro de sus instalaciones. Alberto conoció esta asociación movido por la inquietud de vivir nuevas experiencias una vez superado el periodo de confinamiento. Cuando era pequeño, su abuela solía contarle historias sobre el burro de su bisabuelo, Jacobo; así que, cuando un par de amigos de su pareja le hablaron de la existencia de Burrolandia, le pareció la opción idónea con la que iniciar esa nueva etapa de exploración y aventuras.
Cuando llegó a Burrolandia, Alberto se enamoró de la gran labor llevada a cabo por la asociación, pero, sobre todo, se enamoró de Carmelo. Carmelo es un burro de 10 años que solía vivir en la sierra de Madrid acompañado de su dueño. No obstante, cuando este se hizo mayor y se vio incapacitado para cuidar de él, decidió entregar el animal a la asociación, lugar en el que reside hoy en día.
Alberto reconoce que el principal motivo por el que decidió apadrinar a Carmelo fue porque le hizo gracia, así como por su faceta más cabezona, con la que admite sentirse altamente identificado. No obstante, destaca también que se trata de un animal muy noble y leal, de ideas fijas, y que se atiborra a zanahorias de vez en cuando.
Aunque admite que, últimamente, no dispone de todo el tiempo que le gustaría para visitar a Carmelo, Alberto suele pasarse con frecuencia por Burrolandia para sacarle a pasear, cepillarle y darle de comer. En ocasiones, incluso, acude a visitarlo con su familia y amigos, quienes disfrutan tanto como él de pasar una tarde acompañados por estos simpáticos animales.
Para finalizar, Alberto menciona que las tareas más laboriosas y comprometidas son aquellas realizadas por el equipo que se encuentra detrás de la asociación, quienes se encargan de cuidar a los burros, equiparlos, mantener en condiciones óptimas los establos y hacer todo lo que esté en su mano para garantizar el bienestar de estos animales. Destaca, además, que, en 2018, después de que las infraestructuras de Burrolandia sufrieran un incendio de gran magnitud, el equipo de la asociación se encargó tozudamente de que ninguno de los burros alojados en las instalaciones sufriese ningún daño.
Esperamos que la historia de Carmelo y Alberto os haya permitido acercaros mucho más a nuestro compañero y a su gran labor altruista. Os animamos, además, a que visitéis la página web de Burrolandia y a que conozcáis la historia de muchísimos burros más que, como Carmelo, están deseando ser apadrinados.
Si tú también tienes alguna pasión oculta o algún hobbie impactante y atípico, no dudes en escribirnos al Departamento de Marketing para contarnos tu historia.